La Dra Giubileo



El 16 de junio de 1985, la doctora Cecilia Giubileo tomó su guardia en el hospital psiquiátrico de Luján y nunca más se la vio.
La escalofriante historia de la médica de un oscuro hospital psiquiátrico. Desaparición o crimen, trampas y delitos. Un caso que reunió todos los ingredientes de una trama de terror y misterio


Cecilia Enriqueta Giubileo Nació en 1946, en la localidad de Rojas, provincia de Buenos Aires, en el seno de una familia de excelente posición económica. Allí vivía con su padre, quien murió en 1979, su madre Maria Lanzetti de Giubileo y sus tres hermanos varones, Raúl, Rubén y Jorge.Estudió medicina en la Universidad Nacional de Córdoba, en los trepidantes años sesenta. Militó en la izquierda, participó en huelgas y movilizaciones. El Cordobazo, en 1969, la vio entre los estudiantes que gritaban consignas en las calles de La Docta.


Cecilia se enamoró de un muchacho llamado Pablo Chabrol, musico. En 1972 se casaron y se fueron a vivir a España; se radicaron en Gijón, donde Cecilia trató de revalidar sus estudios. Pero el intento duró poco. Menos de un año. El matrimonio fracasó. Ella volvió y, ya definitivamente separada, se concentró en la facultad. En 1973, la Universidad Nacional de Córdoba le entregó su diploma de médica. Residió un tiempo en Campana, donde se empleó en una clínica metalúrgica, y en 1974, cuando entró a trabajar en Open Door, se afincó en Luján. Alquiló una casa en la calle Humberto I, y un consultorio en Torres. Aquí, una placa en la calle Calderón de la Barca 770 anunciaba su nombre y su especialidad: "Clínica médica".


La doctora era querida tanto en Luján, una pujante ciudad del oeste bonaerense, capital del catolicismo argentino, como en Torres. Trabajar en Open Door, en estrecho contacto con el dolor, era una opción humana, además de profesional. No siempre cobraba las consultas a sus pacientes particulares, algunos de los cuales no tenían con qué pagarle. En su tiempo libre, la doctora investigaba sobre el mal de Chagas; quizá planeaba un doctorado.


Cecilia era una mujer hermosa. Había teñido de rubio su pelo oscuro. Delgada -pesaba 51 kilos-, de boca sensual y ojos intensos, su risa era luminosa. Había vivido varias relaciones intensas. Con un médico de Campana que le llevaba algunos años; con un contador público de la Capital con quien, al momento de desaparecer, había cortado. Con otro médico, un colega de Open Door; con él, trazó planes. La doctora había hecho inversiones: compró dieciséis hectáreas en la Sección Primera del Tigre. Según versiones, con el colega abrieron un plazo fijo a orden conjunta. Tenía muchas amistades femeninas: enfermeras, empleadas de la colonia. Algunos insinuaron que no estaba definida la orientación sexual de la doctora. Una de sus amigas se indignó: "Si la ven con un hombre, hablan. Si tiene una amiga, hablan. Entonces, ¿Una qué tiene que hacer, andar sola?"


La única confidente de Cecilia Giubileo era su madre, María Lanzetti, entonces de 60 años, viuda, que vivía en Córdoba. Las cartas que Cecilia le enviaba eran como un diario personal. Un semanario de Buenos Aires publicó algunos fragmentos. En uno de ellos, la doctora Giubileo se confesaba: "Quiero tener un hijo, formar un hogar... esperar a mi marido cuando llega del trabajo. Quiero y no puedo. No sé qué me pasa. No aguanto. Siento que me despedazo".

La ultima foto de Giubileo



El dia

Aquel domingo 16 de junio de 1985, la médica tomó su guardia junto con otros dos profesionales en la Colonia Montes de Oca, un hospital psiquiátrico para mil enfermos mentales de ambos sexo. Llegó a la colonia alrededor de las 21:30 hs desde Torres manejando su Renault 6 blanco. Firmó el libro de entradas y añadió su número de matrícula. Eran las 21.38
El clima, era frió y húmedo, desde la tarde, había una densa neblina, que le daba a la zona un toque bastante particular.
Los médicos de guardia, se encontraban en el edificio llamado Casa Medica y se movían por los distintos pabellones, según los requerimientos de los pacientes. Normalmente, otros dos médicos completaban la guardia. Por diversos motivos, no hubo otros médicos aquella noche.
Como era casi una costumbre, el conmutador telefónico de la colonia no funcionaba, así es que las solicitudes de atención de los pacientes, se debería hacer “a pie” y por lo general, siempre se ofrecía algún interno, para ir a buscar al medico de guardia.

Mapa de la estancia

Esa noche, apenas ingreso en la guardia, la dra Giubileo atendió una paciente con bronquitis.
Termino el papeleo por la defuncion de Patricia Villalba, una interna de la colonia que había muerto en la tarde de ese mismo día y era requerido por los familiares, para retirar el cuerpo de la colonia.
A las 0.15 -ya era lunes 17-, un enfermero de apellido Novello se cruzó con Cecilia Giubileo:

-¿Alguna novedad, doctora?
-Vengo del pabellón 7 -contestó Cecilia-. Atendí una urticaria gigante.


La doctora vestía un jogging azul, con vivos claros, campera celeste y zapatillas blancas. El pabellón 7 estaba a unos 500 metros de la Casa Médica y la doctora había hecho el itinerario a pie. Pero Cecilia no fue y volvió sola:
un paciente llamado Miguel Cano (con el que la doctora tenía confianza) la había ido a buscar requiriendo su presencia y la acompañó de regreso. Los senderos estaban bien iluminados, con luces de mercurio.


-Andá tranquilo. Yo voy a descansar un rato
fueron las palabras con las que la doctora despidió al interno.


Poco despues, tuvo un breve entredicho con la supervisora Nélida Ojuez (hoy fallecida). Pidió tres cigarrillos para acompañar la velada leyendo, y se retiró a su habitación.  La medianoche se estaba imponiendo y no volvieron a solicitarla hasta el sol del lunes. La casa médica estaba cerrada con llave. Adentro, ya no había nadie.




El hecho


La colonia se despertó al día siguiente, lunes 17 de junio, bajo el mismo manto de neblina de la tarde anterior. Seguía el mal tiempo. Fueron a buscar a la doctora Giubileo, pero el dormitorio estaba vacío y la cama sin tender.
En la mesa de luz sólo encontraron sus zapatos marrones con puntera beige. No estaban ni su cartera ni un pequeño bolso que siempre portaba. En el estacionamiento aún estaba el Renault 6
¿Salió del predio? ¿Alguien entró a visitarla?

Beatriz Ehlinger y su marido a su marido Julian Sequeira

Dos días después, Beatriz Ehlinger, amiga personal de la doctora Giubileo, hizo la denuncia policial por averiguación de paradero. El director de la institución, Florencio Eliseo Sánchez, no denunció la desaparición. En cambio, inició a la doctora Giubileo un sumario administrativo por abandono de la guardia y aseguró que Giubileo se había retirado por sus propios medios y bajo su voluntad. Difícil saberlo: la hoja de registro del lunes en cuestión fue arrancada y su Renault 6 permanecía en el mismo lugar donde ella lo había dejado estacionado.



La investigación

Recién el 22 de junio de 1985 se abrió el expediente para iniciar la búsqueda policial. Fue por decisión de su madre, María Josefa Lancetti de Giubileo. En Foja 28 se lee: "Que resulta progenitora de la Doctora Cecilia Enriqueta Giubileo, argentina, de 39 años de edad, quien se desempeña como médica de la Colonia Nacional Dr. Manuel Montes de Oca del partido de Luján. Que su hija reside en la calle Humberto 1ero. 1940 de ésta ciudad. Que el día 31 de mayo la dicente vino al domicilio de su hija, quedándose por espacio de aproximadamente una semana, regresando a Córdoba el día 8 o 9 de junio del corriente año. Que al despedirse su hija le manifestó que la llamaría telefónicamente, cosa ésta que no realizó, motivo por el cual el día 14 del corriente mes la dicente le envió un telegrama informándole que había llegado bien a su domicilio. Que el mismo día su hija le telefoneó expresándole que había recibido el telegrama y que se encontraba bien".
Último contacto de Cecilia con su mamá.



Comenzó la lenta y penosa investigación sobre el paradero de Cecilia Giubileo, conducida por el juez federal doctor Héctor Heredia, quien no tomo los recaudos, necesarios, para preservar pruebas, en caso de estar ante la comision de un delito. De pronto, ante los ojos asombrados de los internos, la colonia fue invadida por inesperados visitantes. Jaurías de perros adiestrados husmearon los rincones. Un helicóptero sobrevoló el lugar buscando huellas. La policía se internó en túneles jamás explorados. Se revisaron sótanos y altillos con polvo de siglos. Las brigadas rastrillaron cada centímetro del predio. Se abrieron dos pabellones clausurados.
La familia de Cecilia, para activar la causa, contrató a un abogado, el doctor Marcelo Parrilli, quien señaló un dato extraño: la doctora había cargado el tanque del Renault el domingo por la tarde. Sin embargo, cuando lo revisaron frente a la Casa Médica, no tenía ni una gota de nafta. Otro dato llamativo: el paciente que fue a buscar a la doctora a la Casa Médica y la acompañó al pabellón 7 había visto salir un furgón funerario. Lógico: se llevaba el cuerpo de la paciente muerta. Pero también vio un coche negro con las ventanillas delanteras y traseras cerradas. Y la funeraria no sabía nada de ese coche.

El personal de la colonia fue interrogado minuciosamente. Pero los pacientes, esos mil doscientos pares de ojos, eran testigos mudos: muchos de ellos no podían expresarse. Y si lo hacían, ¿Se podía confiar en la palabra de esos enfermos? El caso Giubileo encerró una paradoja: los que podían hablar, no sabían. Los que, quizá, supieran algo, no podían hablar.



Días después, una interna fue encontrada desnuda en una casilla rural, donde había sido violada y abandonada por un grupo de personas. Aseguró haber visto a la doctora atada y golpeada. No se encontró ninguna prueba que respaldara la afirmación de la mujer.

En el allanamiento a su departamento de la calle Humberto I, se encontró la estufa encendida, y 3000 dolares guardados en una caja. Se robaron una libreta, carpetas y una grabación. Según sus amigas, eran las pruebas de las sospechosas muertes de los pacientes. Durante la investigación, grupos de encapuchados golpearon e intentaron secuestrar a varios de sus amigos y colegas de la colonia. Entre ellas las enfermeras "Chichita" Realini y Mabel Tenca, las últimas personas que la vieron con vida. La colonia comenzó a recibir algunas visitas sospechosas por las noches y varios de los allegados a Giubileo confesaron haber sufrido amenazas anónimas. Entre tanta verborrea, el silencio se hizo oír. ¿Qué es lo que no se podía decir?



La Casa Médica fue el último lugar en donde se la vio a Giubileo, allí descansaban quienes estaban de guardia. Al otro día de su desaparición (un lunes), en el lugar comenzaron tareas de refacción y pintura de las habitaciones. Muchas pruebas se perdieron para siempre.


La demora de la denuncia complicó el caso de entrada, porque dificultó luego la recolección de pruebas en el último lugar donde se la vio”, dice el ex abogado de la familia Giubileo y actual diputado. “El caso se manejó burocráticamente -explica-, esperando que las pruebas llegaran al mostrador. No hubo una ofensiva investigadora. La policía caracterizó que ella se había ido por su propia voluntad y eso evitó haber podido recoger de entrada pruebas que a lo mejor existieron, a lo mejor no, nunca se pudo saber.


Se hurgó en la vida sentimental de la médica, lógicamente agitada por tratarse de una mujer joven, hermosa y libre. Pero todos los involucrados soportaron la investigación sin que pudiera acusarse a nadie.

Cecilia Giubileo trabajaba, había empezado a practicar taekwondo, estudiaba canto y participaba en un coro de Luján. Tenía amistades en Torres, donde visitaba a una persona mayor conocida como "la abuela Bellido", una anciana muy querida en el pueblo y que era para Cecilia como una segunda madre. A veces visitaba a la doctora una ahijada de ocho años que solía quedarse a dormir. Esa noche debió haber ido la niña, pero Cecilia la hizo desistir. ¿Significaba algo todo esto?



¿Tenía que ver el pasado tormentoso del país con la desaparición de la doctora Giubileo? Se especuló con ello. Pablo Chabrol, su ex marido, no registraba antecedentes políticos, pero dos hermanos de él habían militado en el ERP y estaban en las listas de desaparecidos de la Conadep. El suegro, Pablo Pedro Chabrol, molestó a los militares con sus incansables gestiones para averiguar el paradero de sus dos hijos, por lo que también él fue detenido y castigado.

Pero la conexión política no avanzó porque no pudo hallarse una relación entre estos sucesos y la misteriosa desaparición de Giubileo.


En noviembre, una cinta de mala calidad llegó a una comisaría de Luján. En ella, alguien que se presentaba como Cecilia Giubileo pedía que no la buscaran más, que se hallaba en un hermoso lugar, donde había encontrado la paz que tanto había buscado. Se aseguró que se había exiliado en un pueblo limítrofe entre Ecuador y Colombia, que había ingresado en un monasterio, que se había unido a una secta religiosa, que practicaba ciencias esotéricas. La madre de Cecilia no reconoció la voz como la de su hija.


Una parapsicóloga decía ver un cuerpo en el fondo de un tanque de agua, idéntico al de la colonia. El tanque fue revisado. Sólo hallaron un gato muerto.



El caso estalló en los medios. Entonces, bajo las órdenes del juez penal del Departamento Judicial de Mercedes, Carlos Galloso, comenzaron a trabajar en la causa la Delegación de Inteligencia y la Brigada de Investigaciones de la misma ciudad, la División Antisecuestros del Puente 12, la División Homicidios y Delitos Graves de Banfield y efectivos policiales de Luján.

Ante el secreto de sumario, teorías de todo tipo pretendieron calmar la sed de información. Desde la colonia seguían sosteniendo que se había retirado por sus propios medios.




Las hipotesis


* Algún paciente de la colonia la había atacado: No había la menor señal de que ello hubiera ocurrido. Y de haber sucedido, ¿Era plausible que un enfermo mental planeara un crimen con tanta perfección? La hipótesis fue descartada rápidamente.
* Había sido secuestrada para pedir un rescate, pero esto jamás pasó.
* Un drama pasional: Pero nada pudo encontrarse que pudiera conducir a explicación alguna.
* La hipótesis política: Pero  no prosperó
* Se habia ido por sus propios medios: no era capaz de irse sin avisar a sus allegados


Todas las hipotesis fallaron, algunas eran mas convincentes que otras, pero ninguna llevo el caso al esclarecimiento o, siquiera al esclarecimiento de las sospechas.


El lado oscuro de Montes de Oca


Poco a poco, el verdadero rostro de Open Door salió a relucir: había tráfico de órganos, se utilizaban enfermos como cobayos para experimentar nuevas drogas. La corrupción reinaba en un hospital en el que el 85% de los pacientes no habían sido visitados por nadie durante el último año, la desorganización, el caos administrativo y la desidia hacían de Open Door un depósito de cobayos. Las evidencias eran abrumadoras: cuando se renovó el mobiliario se sobrefacturó la compra. Miles de pacientes habían pasado por la colonia sin que se registrara su alta o defunción. En el sumario interno, el director de la colonia alegaba que los pacientes solían escaparse. Pero uno de los "huidos" era parapléjico. ¿Por qué la tasa de mortalidad era tan alta? ¿Se realizaban en Open Door extracciones de córneas? ¿Se traficaba con plasma, que en aquella época se vendía a 60 dólares el litro? ¿Eran los mil doscientos pacientes de Open Door donantes involuntarios? ¿Se vendían riñones, hígados, córneas, de pacientes (¡vivos!) por quienes nadie protestaría? Se abrió un sumario por las irregularidades de la colonia, que incluían maltrato sexual hacia las enfermas y sospechas de rufianismo. Pacientes de Open Door habían quedado embarazadas y hubo apropiación de los recién nacidos. Las evidencias eran abrumadoras: cuando se renovó el mobiliario se sobrefacturó la compra. ¡El Estado pagó por 25.000 sábanas, pero sólo ingresaron unas pocas!

Pudo comprobarse durante la investigacion, el abuso sexual hacia varias internas, algunas conexiones con el proxenetismo local, pero, habia un circulo de corrupcion tal, dentro de la colonia, que no habia denuncias formales sobre los abusos.

La conexión de este infierno con la doctora Giubileo no tardó en instalarse en la opinión pública. Si en su vida privada no se encontraban motivos para su asesinato, sólo había que sumar dos más dos: Cecilia había metido la nariz en un turbio mundo ilegal.


Florencio Sanchez, fue inculpado, detenido y procesado, pero, por fallas administrativas y no por la desaparicion de Giubileo.



Sin pistas, sin nada


Sanchez murió el 10 de julio de 1992 en el penal de Mercedes, estuvo alli alojado cinco meses y el tiempo le alcanzo para escribir un libro sobre la Colonia Montes de Oca. "El desnudo de la inocencia. La verdad sobre la Colonia Montes de Oca."
En el libro le dedica pocas paginas al tema Giubileo, pero cuestiona sobre su pasado militante y la relacion entre su ex marido, Pablo Chabrol y los gobiernos militares.


Una de las tantas preguntas sin respuesta es la siguiente: ¿Por qué no se dragó el lecho de la laguna de Open Door? ¿Yacía en su fondo el cuerpo de la médica?
La respuesta fue incongruente: "No había fondos"



Una ilusión que volvió a despertarse en 1995, cuando el periódico "El Tiempo", de Pergamino, puso en su tapa el contundente título "Hallazgo de los restos de la doctora Cecilia Giubileo". El autor de esa nota fue Víctor Calvicioni, especialista en policiales, quien hace un par de años atrás aseguraba que volvería a escribir la misma nota.
Su información estaba basada en el hallazgo de restos óseos en el arroyo Pearson, en la ciudad de Colón, provincia de Buenos Aires. El informe del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) daba cuenta de huesos pertenecientes a una mujer de una altura de 1,62, de entre 25 y 35 años al momento de la muerte, y cuyo deceso había ocurrido hacía unos 10 años.
La larga distancia existente entre el hallazgo y el título de "El Tiempo" se recorrió con comentarios, suposiciones, especulaciones y comentarios. Para conocer la verdad sólo hacía falta un análisis de ADN, pero los huesos descansan en una cajita del archivo del EAAF a la espera de que alguien asuma los costos de ese estudio.


En sus últimas declaraciones a los medios, María Josefa admitía la desesperanza de encontrar a su hija. La mujer siempre dijo que ambas mantenían un código secreto de comunicación. Cada vez que Cecilia la llamaba desde Luján hacía sonar el teléfono una vez, cortaba, y volvía a discar. Era la clave para saber quién estaba del otro lado del teléfono. Meses después de la desaparición, María Josefa siguió recibiendo ese íntimo mensaje. Una pista más que no llevó a nada.



Veinticinco años después de los acontecimientos, Francisco Merino, novio de Cecilia durante ocho años y luego amigo y confidente, recuerda las veces que ella le decía que “el trato a los enfermos mentales es desastroso”. Y recuerda la última vez que habló con ella, una semana antes de su desaparición: “Allí me contó que en la colonia habían empezado a perseguirla porque quería denunciar algunas irregularidades. Me dio a entender que a los muchachos les sacaban las córneas y luego los mataban en una caldera. También hablaba de órganos. Estaba muy asustada. Veníamos de la dictadura y yo le dije que no se involucrara en líos, que vivamos tranquilos porque hay organizaciones con las que es muy difícil meterse y al que jode, lo matan."

Hoy, Merino es camarista de la localidad de San Francisco y se arrepiente de no haberse presentado en aquel momento a declarar. “La había pasado muy mal durante el Proceso y sentí mucho miedo de hacerlo”, se excusa.


Más de mil personas habían engrosado un expediente de 700 páginas sobre el que ninguno de los jueces que desfilaron por el Juzgado 2 de Mercedes pudo pronunciarse antes de que la prescripción, en 2000, lo archivara definitivamente. Para la estadística, Cecilia Enriqueta Giubileo es apenas una de las 25 personas que en Luján desaparecen anualmente sin dejar rastros.
Con el tiempo, el caso fue cayendo hasta quedar en el olvido.

Otra gran deuda de la justicia argentina que prescribió en el año 2000 con más dudas que certezas.



El Caso Giubileo ocupó muchísimo espacio en los medios de comunicación de la época. Pero todas las pesquisas fueron infructuosas y a tres décadas de su desaparición se sabe tanto como aquel primer día.


Filmografía


Caso Giubileo en "Camara del Crimen" (parte 1/2)


Caso Giubileo en "Camara del Crimen" (parte 2/3)


Caso Giubileo en "Camara del Crimen" (parte 3/3)


La búsqueda de Giubileo


 Informe Colonia Montes de Oca

 Caso Giubileo en "Sin Condena" (solo un trozo del capitulo)

 Caso Giubileo en "Historia de la Tv Argentina"

Caso Giubileo en 360 TV



Bibliografìa


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