Mario Fendrich: El robo al Banco Nacional


La gente que trabaja en el banco nunca se le pasaría por la cabeza robar el dinero que allí resguardan... O quizás si. El hecho de tener millones en las manos y gastarlo en lo que uno quisiera es algo que volvería loco a cualquiera. Claro que resulta imposible sacar el dinero y darse a la fuga sin que se enteren... O quizás no. Lo siguiente es un hecho que ocurrió hace tiempo. Un empleado del banco se robó una considerable suma. Supo lo que era tener mucho dinero, pero misteriosamente, de un día a otro, volvió a como estaba.


Mario César Fendrich nació en Reconquista, Santa Fe (Argentina), el 6 de octubre de 1941. Era aún un joven cuando ingresó a trabajar al Banco Nación de Santa Fe capital (un edificio colonial construido en 1891 en la esquina de Tucumán y la peatonal San Martín). Era considerado un buen empleado, un hombre con muchos amigos y un buen padre de familia. Incluso sus compañeros y jefes lo respetaban y confiaban en él. Era sin duda una persona correcta.

El hecho

El viernes 23 de septiembre de 1994, Fendrich saludó a su esposa y le dijo que después del trabajo se iba a pescar con sus amigos, algo que hacía todos los fines de semana. Sin embargo, el plan sería otro. “El Correntino”, como lo llamaban sus amigos, esperó en el banco la llegada de dos camiones de caudales, recibió las sacas y entró con ellas al tesoro. Abrió el tesoro con una copia de la llave del gerente. Desconectó las alarmas y programó el reloj trigonométrico de la puerta de la bóveda para que se abriera cuatro días después: el martes por la mañana. Minutos más tarde salió con varias cajas que cargó en su Fiat Duna Weekend rojo, que estaba estacionado en la playa de estacionamiento del propio banco . Sin despertar ninguna sospecha, se fue.

El lunes 26, el tesorero Juan Sagardía , que volvía de una licencia porque había participado en un congreso, no pudo abrir el tesoro. Pensó que Fendrich, su reemplazante, había cometido un error de cálculos. Algo que podía pasar. Pero a todos les llamó la atención la ausencia del subtesorero, que siempre llegaba a horario y ese día aún no se había presentado a su trabajo. Por eso llamaron a su casa. "Estoy por hacer la denuncia porque todavía no volvió de pescar", dijo angustiada la esposa de Fendrich. La incertidumbre se convirtió en sospecha.

Las autoridades del banco (algunos estaban de vacaciones) y la Policía intentaron abrir la puerta del tesoro, pero fue imposible. 84 horas después finalmente el tesoro se abrió. Dentro había una nota de puño y letra que decía:  “Gallego, no contés. Me llevé 3.000.000 de pesos del tesoro y 187.000 dólares de la caja del cajero” ("Gallego" era el apodo de Sagardía) Había dos sacas intactas que contenían otros 2.000.000 de pesos, pero el subtesorero las había dejado. ¿Por qué había dejado esa nota en lugar de irse sin decir nada? Creen que por cortés, como era su estilo.


La busqueda

El escándalo estalló. La historia del millonario robo saltó a las tapas de todos los diarios. El país entero se preguntaba dónde estaba el subtesorero. ¿Por qué se había ido con semejante suma de dinero, incluso abandonando a su esposa e hijos? El tiempo no hizo más que agigantar las versiones y especulaciones sobre su paradero, convirtiéndose en el fugitivo más famoso del país. El robo también había dividido las opiniones en la sociedad santafesina, despertando amores y odios.
Para los investigadores, Fendrich planeó el robo hasta el último detalle, incluyó algunos tramos que fueron considerados audaces e inteligentes.


La entrega y el misterio
Tras 109 días de una búsqueda sin resultado,  un misterio terminaba pero iniciaba otro que nunca tuvo respuesta. Eran las 8.30 del lunes 9 de enero de 1995 cuando sorpresivamente Fendrich se presentó en los tribunales federales de Santa Fe. Su presentación también pareció una obra de inteligencia, ese día la noticia mas importante era la muerte de Carlos Monzón, ex campeón del mundo del boxeo. Quizás quiso pasar desapercibido y por eso eligió ese día, no le funcionó.  La noticia de su reaparición compartió espacio con la despedida de los restos de Monzón.  Cada vez que lo trasladaban a declarar, muchas personas le pedían autógrafos, vitoreaban su nombre, lo aplaudían o le gritaban "ídolo".

Los titulares




Fendrich contó una historia: el día que desapareció fue abordado por un grupo de delincuentes que lo obligaron a sacar el dinero, que sintió miedo pues llegaron a amenazarlo de muerte y que una vez hecho lo secuestraron. ¿Realmente todo ese tiempo estuvo secuestrado? Costaba creerle, estaba teñido de pelirrojo, se lo veía más gordo, tenía barba, lucía un bronceado envidiable, camisa sport y sandalias franciscanas. Pero lo mas extraño es que no tenía nada de dinero.


Se elaboraron muchas hipótesis con respecto a lo que pudo pasar. Se dijo que el banco lo tenía harto y quería vengarse; que estaba peleado con su familia y buscaba irse; que había comprado estancias en Paraguay; que un grupo de amigos lo había estafado; que un desconocido le sacó el dinero para invertir en la Bolsa; que tenía una amante 15 años mas joven que él y se gastó todo con ella en Brasil; que apostó todo en un casino; que antes de entregarse había enterrado el dinero en algún lugar; que se había encontrado con Ronald Biggs, (el ladrón del tren postal Glasgow-Londres en 1962) y que este le dio algunos consejos para mantener una clandestinidad siempre costosa. Todo esto no pasaron a ser mas que eso, hipótesis. Lo que hizo con el dinero o donde estuvo ese tiempo no pudieron descubrirlo.



Juicio
Las autoridades del Banco Nación pidieron una dura condena, para darle el ejemplo a los empleados honestos. En el juicio oral declararon 33 testigos. Sus amigos y ex compañeros seguían sorprendidos por el mal paso del subtesorero.


El 12 de noviembre de 1996, el Tribunal Oral Federal de Santa Fe lo condenó a ocho años, dos meses y 15 días de prisión por el delito de peculado, que se configura cuando un funcionario público se lleva a su bolsillo la plata que debe administrar o cuidar. Además lo inhabilitaba de por vida para ejercer cargos públicos. Un amigo suyo, Rogelio Picazo, fue absuelto: estaba acusado de ser uno de los ideólogos del robo. La Justicia estuvo a punto de desenterrar las tumbas del cementerio privado administrado por Picazo, "Parque de la eternidad", porque sospechaban que el botín estaba enterrado ahí.


En la cárcel de Las Flores, en Santa Fe, el ex empleado bancario tuvo una conducta excelente. Ese castigo fue como un alivio.

"Era un trabajo poco grato. La rutina a uno lo absorbe, lo atrapa y lo lleva. Nunca debí haber trabajado en un banco. Ahora soy más libre" Declararía tiempo después.

Sin embargo ni siquiera tras las rejas logró salir de la rutina de oficinista: le encomendaron tareas administrativas en un aula del penal.

Después del juicio
Tras 4 años, 9 meses y 20 días en la cárcel, Fendrich obtuvo la libertad condicional. Penso en empezar una nueva vida y distanciarse de su mujer, pero La Justicia le puso varias condiciones que debía cumplir durante poco más de dos años: vivir con su familia, trabajar y no tomar alcohol. También hubo un requisito insólito: si aparecía la plata robada debía llamar a los investigadores para devolverla.


En libertad abrió junto con un amigo una pequeña fábrica de placas de yeso para cielorrasos y de fibra de vidrio para lanchas, al poco tiempo la cerraron en común acuerdo. Luego se dedicó con otro hombre a sembrar frutillas en tres hectáreas cerca de Coronda, pero con el tiempo esa actividad no le resultó beneficiosa y la descartó. Luego vendió objetos de bazar. Hasta poco trabajaba como parrillero en un club barrial. 



A Sagardía no le fue tan bien. El robo lo dejó sin trabajo: los directivos del Banco Nación lo echaron por "negligente".  El hombre contó su verdad en un libro: El robo nacional.

"El gallego"

El caso inspiró la película Tesoro mío, con guión de Daniel Guebel, dos emisiones de los unitarios televisivos Sin condena (canal 9) y Botines (canal 13). Además Fendrich entró en el Libro Guinness de los Récords por ser el autor del mayor robo individual e incruento de la historia. Además, un grupo de jóvenes creó en Facebook el grupo "admiradores de Mario Fendrich". En Santa Fe, hasta hace ocho años, una agencia turística incluía en un tour por la ciudad un paseo por el barrio de Fendrich.



El caso en la actualidad

Hoy Fendrich tiene mas de 70, sigue viviendo con su familia en la misma casa de doble piso de chalet, con barandas y ventanas marroneen un barrio de clase media frente al Parque sur de la ciudad de Santa Fe, en la calle Jujuy al 2800. Su hijo mas grande es uno de los cirujanos más prestigiosos de Santa Fe, mientras que su hijo menor estudia administración de empresas.

No cambió sus hábitos de juntarse con los amigos una vez por semana, ni dejar de ir a ver a su querido Colón cada vez que juega de local. También sale a despuntar el vicio de la pesca, de vez en cuando, y si captura algún ejemplar de dorado o boga lo cocina a la parrilla para “caranchearlo”, (una vieja costumbre santafesina de comer el pescado con tenedor y sin platos).

Foto de Mario Fendrich mas reciente

El dinero jamás apareció. Lo único que recuperó la Justicia son los 72.000 pesos que pagó el condenado por una multa que le impusieron. Ya no concede entrevistas, quiere permanecer en el anonimato (o al menos eso le gustaría). Cuando le preguntaron hace tiempo por el dinero dijo No, de aquello no hablo. Es pasado. Ya pagué y estuve en la cárcel”, y cada vez que alguien le insistía el dejó en claro que "Es un tema cerrado, vivo para mi familia y no pienso hablar más sobre el tema"

Cierta vez se menciono que el robó surgió en una charla con un grupo de amigos en la mesa de un café y que lo obligaron a robar "Tal vez algún día se sepa la verdad"

Actualmente atiende una agencia de quiniela y no son pocas las personas que lo reconocen y levanta la mano para saludar, de tanto en tanto, a alguien que al pasar le grita “ídolo”. Aunque extraña salir a la calle sin ser observado, ir a la cancha sin que lo saluden o le pidan autógrafos, pasear por una plaza, ir a una peña folclórica o pescar en el río Paraná sin que nadie le pregunte dónde escondió la plata.

En unas de sus charlas con su amigo y ex abogado, le confesó que estaba arrepentido del robo: "Ni muerto vuelvo a hacer lo que hice. Sufrí mucho e hice mucho mal a mi familia".

Pese a todo asegura sentirme libre y no tener que volver a su rutinaria vida en ese banco. Vive de su jubilación.



Filmografía









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