La familia Gill


¿Es posible que una familia entera pueda desaparecer sin dejar rastro alguno?


Todo transcurrió en "La Candelaria", una estancia, de alrededor de 500 hectáreas, ubicada en el pueblo de Crucecitas Séptima, provincia de Entre Riíos, a 50 km de Paraná, la misma pertenece a Alfonso Goette (de origen Alemán). Allí también vivían Rubén "Mencho" Gill (quien era peón) y Margarita Norma Gallegos (quien aseaba la casa y hacía tareas del campo, además cocinaba en una escuela). Al tiempo se casaron y tuvieron cuatro hijos.


"Mencho" y su mujer


La desaparición


La noche del 12 de enero de 2002 "Mencho" (de 56), Margarita (de 26) y sus hijos Maria Ofelia (12), Osvaldo José (9), Sofia Margarita (6) y Carlos Daniel (4) se dirigieron a Viale, una localidad cercana, al velatorio de un amigo. Sería la ultima vez que sabrían de ellos.

"Mencho" junto a sus hijos

Los familiares se enteraron de la desaparición casi dos meses después. Ellos vivían en otra localidad, aunque mantenían contactos periódicos. Fue Goette quien se comunicó con familiares para indicarles que los Gill no habían regresado de los tres meses de vacaciones que les dio en enero.

Luisa Eva Gill (hermana de Rubén) realizó la denuncia policial en la comisaría de Viale por la desaparición. La causa fue caratulada como "averiguación de paradero" y quedó en manos del juez Jorge Sebastián Gallino, de la ciudad de Nogoyá.


La investigación

A mediados del 2003, el juez Gallino ordena una inspección. Ningún vecino o pariente tenía conocimiento de qué había pasado con los Gill. No tenían enemigos ni conflictos con nadie. O al menos eso era lo que se creía.


Empezaron buscándolos en Santa Fe, donde tenían familiares, y a donde Goette dijo que le habían dicho que iban a pasar unos días. En dicho lugar no sabían nada.

Alfonso Goette

Alfonso Goette se transformó rápidamente en principal sospechoso porque tardó 90 días en denunciar la ausencia de la familia. Según él, "Se habían marchado para afincarse en otra localidad" o que "Se fueron por voluntad propia". Costaba creerlo,  no tenían vehículo propio, conseguir trabajo en esa época de crisis era difícil y Margarita, quien tenía otro empleo en la escuela del pueblo, no había cobrado su último sueldo. Además, en la casa estaban sus documentos, ropa, muebles y electrodomésticos. No faltaba absolutamente nada.

Fotos de la casa




En 2008 hubo un nuevo allanamiento en el campo, esta vez con la intervención de peritos forenses y de criminalística, se utilizaron máquinas volcadoras, excavadoras, ecosondas, se excavaron 14 pozos, se levantaron los pisos de la casa de la familia y se utilizó luminol para determinar la presencia de sangre. Se encontraron colchones que tenían lo que parecía ser sangre, cuyas muestras se recogieron y se analizaron en un laboratorio de Buenos Aires. Los resultados determinaron que tres de ellas eran sangre humana, pero que no tenían el patrón genético de los Gill, aunque también les aclararon los peritos que podrían estar contaminadas por el paso del tiempo. Tampoco la ecosonda detectó rastros de tierra que hubiera sido removida en el campo. Así, la investigación volvió, otra vez, al principio.


El fiscal Federico Uriburu, abocado al estudio del expediente, todavía caratulado como "Averiguación de paradero" y sin imputados ni responsables de la desaparición, declaró: "No se descarta ninguna hipótesis, agotaremos todas las pistas e hipótesis que surjan"

En los últimos años se ha vuelto a revisar el expediente y varios testigos que ya habían declarado tiempo atrás volvieron a ser citados. Uriburu explicó que "se ha intentado darle una nueva impronta a la investigación, con más protagonismo de la unidad fiscal, se está revisando todo para ver si surge algún dato que no se haya tenido en cuenta antes y se pidió colaboración a la Policía para que algunos efectivos trabajen en el expediente"

Un equipo científico de la Policía utilizó un dron que toma fotografías del suelo y permite detectar movimientos de tierra en la estancia La Candelaria y campos cercanos. Otra vez, el resultado fue negativo.

Los investigadores apelaron también a la búsqueda de empresas que puedan tener imágenes satelitales del año 2002 de la zona donde vivía la familia para compararla con imágenes actuales y ver si de allí surge algún dato de interés. "Pero hasta el momento no hemos conseguido quién tenga archivos de aquellos años", se lamentó el fiscal.


Otra herramienta tecnológica que se intentó fue una prueba de biometría, que es un método de reconocimiento facial mediante la aplicación de técnicas matemáticas y estadísticas sobre los rasgos físicos para "verificar" una identidad. Pero no se pudo hacer porque las fotos de la familia Gill son de muy mala calidad y no permiten realizar una proyección digital de cómo se verían al día de hoy.
Además, para cada fin de semana largo, se envían pedidos de informes a autoridades nacionales, de migraciones y a escuelas de todo el país, "con la esperanza de que puedan estar con vida en algún lado", sentenció el fiscal Uriburu.


Hubo una “autopsia psicológica” realizada por un psicólogo forense quien determinó que los Gill no pertenecían a ninguna secta religiosa ni profesaban religión alguna con la que pudiera relacionarse su desaparición. En cuanto a la personalidad del jefe de familia el perito agregó que “era un hombre alegre, locuaz, sociable, al que nunca se le veía triste, de acuerdo con los testimonios peritados. No existían motivos para que estas personas cortaran todos su vínculos con sus seres queridos, por lo que la hipótesis de muerte o privación de la libertad deben ser tomada como una cuestión de Estado y no como un caso más”.

Como dato curioso, el celular de la familia, de la empresa CTI (hoy Claro) continuó activado hasta abril de 2003, 15 meses más después de la desaparición

Se habló de que podrían estar en Santa Fe, Córdoba, Corrientes, Chaco. También en Brasil y Paraguay. Una luz se encendió hace dos años, cuando José Rubén Gill y sus cuatro hijos aparecieron en los padrones de beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo. Pero enseguida se adujo que se trataba de “un error del sistema”.

La noticia en los diarios

El juez Gallino dijo en mas de una ocasión: “No hay pruebas firmes, ni testimonio, ni hemos encontrado nada que nos diga que están muertos. Nunca en mi carrera había estado abocado a un caso tan extraño


La versión de los parientes


La familia reclamó durante mucho tiempo, en vano, que se imponga alguna recompensa para quien aporte datos sobre el destino de los seis desaparecidos. “La familia cree que sería justo y muy conveniente que el Estado ofreciera una recompensa para que aquellos que posean datos de interés se vean motivados a aportarlos a la causa”, dijo el abogado Guillermo Vartorelli, que representa a Otto Gill, hermano de Mencho. Sin embargo, la presunción de vida no se pierde. “Por otra parte, estimamos que sería una buena idea implementar material de difusión para entregar a la gente que viaja de vacaciones, porque no podemos descartar que estén vivos”, acotó el letrado.


Ellos están seguros de que el responsable es Goette, "Es sabido que los hizo desaparecer él" declaró una de las hermanas de Mencho, quien también cuestionó el relato del patrón. “Él no les daba vacaciones, y sacá la cuenta, no se va a tomar tres meses de vacaciones, que les daba 10 días, 15, y adentro”,

Cuando los familiares de Gill visitaron la estancia no pudieron ver esas pertenencias y encontraron "los colchones quemados y sangre mezclada con la tierra". Según relata una de las hermanas de Mencho, Goette hizo quemar los colchones porque estaban manchados con sangre.

Yo lo demandaba directamente al viejo, porque ir no se fueron, porque estando la ropa tienen que estar en alguna parte. ¿Por qué quemó los colchones? El viejito Comas, que murió, estaba cuidando las cosas, Goette le hizo sacar todos los colchones afuera y le hizo prender fuego, y el viejito dijo que la pudrición que tenían los colchones era sangre podrida, no era de cucaracha. Y de ese piso sacaron sangre de la tierra, y vino el análisis que era sangre humana pero no se puede decir de quién, esa es la macana, y ahí quedamos”.


Entre las razones que se barajaron sobre esta hipótesis, Luisa sostiene una: “Mi hermano quería irse siempre, y el viejo no quería largarlo, lo tenía amenazado para que no se vaya, es la única forma. Le debía mucho y le tenía que largar toda la plata a la vez. Estaba cansado, porque el viejo le vendía la cosecha, no le daba plata, no le aumentaba, él se enfermaba y no tenía una mutual, no tenía nada, trabajaba matándose”.

En el rastrillaje toda la gente del campo vio que no se hizo nada, que Alfonso Goette les carneó una vaquilla y les dio de comer a los policías y que los perros no participaron de la búsqueda”, relató la madre de Margarita.

A pesar de sus dichos que parecían tener lógica, no pudieron demostrar nada que lo incriminara.




Un posible relato


El único testigo es un gomero llamado Jacinto Domingo Haller que asegura haberlos visto y que "la Policía de Nogoyá, un juez, un abogado y un político están metidos en esto". Jacinto es de La Picada, está retirado, pero en el momento que tuvo el encuentro con la familia Gill, trabajaba en la gomería de la YPF ubicada sobre la ruta 12.


Jacinto, el gomero

Su relato es el siguiente:

 "Yo trabajaba en la gomería y fijate cómo son las cosas, estaba pensando en la muerte de mi madre debajo de un árbol. Hacía una calor y andaba la mosca cachilera. Me lavé la cara en la palangana y me acosté arriba de una goma. Paró un auto, habrán sido las tres y media, las cuatro, en eso no se puede mentir, no se puede agregar nada. Levanto la cabeza y era un Chevrolet 400, que dicen que era un Falcon, porque son medio parecidos. Miraba con un solo ojo porque la broza refleja. Venía el hombre, después me enteré que era Gill. “¿Me puede arreglar esta goma?”, me dijo. La dejó ahí y se fue para el auto, que tenía una cama arriba, cajas grandes, bultos, recién hoy voy a contar esto. Desarmé la goma y en eso vino un gurisito (niñito pequeño), tendría 8 o 9 años, medio menudito, y en mi cabeza yo pensaba ¿Cómo hago para descubrir esta gente de dónde es? Le digo al gurisito ¿Salieron de San Benito y se van a Villa Urquiza? “No señor. Nosotros somos de Crucesitas Séptima, salimos de vacaciones y nos vamos al Gauchito Gil”. Y le digo: “Pero si ese es un gil de goma” y me iba sonriendo para adentro. Y me retrucó el gurí, me dice: “No se ría señor porque nosotros somos de apellido Gill”. El viejo estaba en una sombra en la playa. Yo hablaba fuerte para que viniera. Entonces le dije “¿Así que el que está muerto en Mercedes, Corrientes, es tu tío?”. “No”, dijo, y se rió
". Sobre la mujer, Margarita, Haller dijo que “se fue caminando con dos gurisitos del brazo para el baño”, mientras por fin la charla con Mencho comenzó: —Por ahí viene el viejo -continuó el gomero-, y le digo: ¿Así que se van de vacaciones don? “Sí” dice. ¿Y se van por muchos días? “No, 10 días o 15 porque después me quedo todo el año trabajando en el campo”. ¿Tiene campo usted?, le dije. Se ríe y dice “Yo no, don Alfonso Goette. El dueño del campo vive en Seguí”. Hemos conversado bastante ahí. Armamos la cubierta y me contó que iba al Gauchito Gil, y eso me tenía medio preocupado a mí para encargarle un rosario. Me lavo la cara y le digo: “Don, le voy a dar a la señora 10 pesos, que era plata en ese entonces, para que me traiga unos cuantos rosarios bendecidos del Gauchito Gil, ya que van. “No” dice, “no pasamos más nosotros porque a la vuelta vamos a Mercedes ya me quedo porque conseguí un trabajo y entro allá arriba cuando venga”. La cabeza mía rezongó en silencio, con tal de no traerme me están metiendo una hueca. Pero no me enojé. Me empezó a contar que donde estaba había mucho trabajo, y donde se iba había animales, algo así. Dijo que hacía como 12 o 13 años que estaba ahí, que nunca podía tener un mango, que era mucho trabajo para él con los gurises que estaban criando. Y le digo: “¿Cómo conseguiste el trabajo?” ¡Y me lo nombró pero no me acuerdo el apellido! Y me dijo que se venía hasta acá, pero no llegaba a la ruta 12, él nombró un paraje, me empezó a contar que iba a estar mejor allá y estaba contento. Lo miro al viejo, ¡Pero qué nariz que tenía, qué narigota! Le estaba por decir un chiste. Después cuando me muestran la foto ¡Era ese! Cuando viene el gurí le dice: “Papi vamos”. Y yo le miraba la nariz, semejante nariz. Se va este hombre al auto, se despide y me quedo sentado mirándolo. No cargaron nafta ni compraron nada en el quiosco, se bañaron nomás. Manejó muy bien, hizo los cambios correctamente. Cuando se fueron saqué la silla y la puse ahí. Me fijé el reloj y eran las seis de la tarde."

La versión de Jacinto falla en varias partes:


  • Mencho no tenía auto ni sabía manejar,
  • Las pertenencias quedaron en la casa del campo.
  • Margarita trabajaba en una escuela donde no avisó que se iba y ni siquiera fue a cobrar el último sueldo.
  • Ante la decisión de irse, no dijeron nada a sus familiares.

 Con el tiempo, Jacinto Haller se fue encontrando con otras personas y mantuvo charlas en las que obtuvo datos que abonaron su teoría, según cuenta y recuerda. Pero lo primero fue su ingreso a la causa judicial como testigo: “Como en junio o julio, empieza la televisión y los diarios a pedir informes, si había algún testigo, alguien que los haya visto. Me dice mi mujer ‘no te metás’. Pero qué están hablando de un homicidio de don Alfonso Goette, que yo no lo conocía”. El hombre llamó por teléfono al estanciero, quien al día siguiente cayó a la gomería con la Policía, y después le llegó la citación para declarar en Nogoyá. “Yo por la familia Gill no pongo un peso, pero si la Policía me lleva todos los días a declarar, todos los días voy a decir lo mismo. Les hice un resumen de la conversación que tuve”, cuenta Jacinto.
Un hombre que pasó por su gomería le contó algo que confirmaría la existencia del auto: “A los cinco años, mirá cómo viene todo este matete, aparece un tal Cané que era de Viale, trabaja en Villa Urquiza, siempre me preguntaba por los Gill, y dice que cuando la familia desapareció, antes estuvo en un velorio y él estaba ahí. El auto estaba parado enfrente, era un Falcon recién pintado, y esa noche estuvieron conversando”.
Otro episodio fue con un camionero que viajaba al norte, paró en la gomería y le preguntó por los Gill. Jacinto le pidió un favor: que cuando pasara por Saladas, Corrientes, preguntara si alguien sabía algo de la familia. El chofer se negó porque “no quería problemas”. Pero al tiempo el camionero regresó y le contó que paró en una gomería de Saladas a inflar una rueda, donde consultó: “Por acá hay una familia que ando buscando, pero no me acuerdo el apellido”. El gomero correntino le dijo: “Mirá, acá en el camino grande como a cuatro kilómetros, entró una familia hace cuatro o seis años, de apellido Gill”. Al parecer, según sospecha Haller, la Policía de Nogoyá “le aconsejó que no hablara”.
Hace unos tres años, a Jacinto se le abrió la memoria y recordó que el lugar que le había dicho Mencho sobre dónde iría a trabajar era Sauce de Luna, Departamento Federal. Fue durante otro encuentro con un cliente: “Aparece por la gomería un viejo con bombacha bataraza como se usaba antes, y me cuenta de un amigo suyo que trabajaba en Sauce de Luna, y ahí me acuerdo del lugar, ¡Pero si eso es lo que me dijo el viejo, que se quedaban en Sauce de Luna a la vuelta del Gauchito Gil!”. El gomero de La Picada cree que los Gill están en Corrientes, fueron a Saladas, pero después “los llevaron a Bella Vista”. En un punto de la conversación, las historias se entremezclan, se confunde el recorrido que podría haber hecho la familia, y los cabos quedan más sueltos que antes.



Sin pistas y en la nada

Alfonso Goette murió en 2016 en un accidente de tránsito en Viale, a los 77 años. Nunca le hallaron una prueba para culparlo. Con su fallecimiento, crecieron las expectativas de que alguien que supiera algo pero por miedo no hablara, se acercara a declarar. Pero hasta ahora nada apareció.

El auto de Goette luego del accidente

Carina Gill, sobrina de Mencho, declaró: "Fue una noticia impactante porque es una persona que muere. Ni alegría ni tristeza. Por un lado, si él hizo algo, se lo llevó a la tumba. Ahora se abre otra posibilidad, las personas que tendrían miedo de hablar, puede ser que ahora hablen. Ojalá, Dios quiera que se sepa si es que hizo algo. 
La familia de este hombre tiene dónde ir a llorar o llevarle flores, porque saben lo que le pasó. Nosotros como familia estamos en el limbo, no sabemos qué es lo que pasó realmente. Es horrible pasar Navidad y fin de año, más allá de que uno trata de pasarla lo mejor posible. La última vez que nos habíamos puesto en contacto con él había sido para pasar las fiestas"

"Quiero que el caso se esclarezca", es el ruego permanente de María Adelia Gallegos, la madre de Margarita. "La verdad que desaparecieron y ni el diablo sabe dónde están", había dicho Luisa Eva Gill, una de las hermanas de Mencho.

Luisa sosteniendo una foto de su hermano

A mas de 10 años del caso nada ha dado una pista certera sobre lo que le pasó a la familia Gill

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